Un épico examen chino que cambió el mundo del trabajo

Publicado:
9
Sep
2013

Únete a nuestro canal de noticias en Whatsapp

Escucha la noticia

Conseguir un buen trabajo depende en varias ocasiones de las conexiones personales que se tengan. También hay un camino honesto que hace sentir orgulloso a quien los consigue, y es  conseguir el empleo soñado por 'meritocracia', este examen ideado por los chinos traido a Occidente.

Hay cazatalentos y referencias, pruebas psicométricas e interminables entrevistas. Incluso éstas no son tan directas como solían ser. Los entrevistadores se han cansado de escuchar respuestas aburridas y predecibles a "¿por qué desea trabajar aquí?".

La idea de que la mejor persona para el trabajo era la mejor para hacerlo, no era dominante: lo que importaba era a quién conocía o de quién era pariente. A los empleadores no les importaba si tenía alguna habilidad. Pero en el mundo real, las cosas estaban cambiando. Al expandirse el Imperio Británico, los funcionarios empezaban a obtener ideas de otras partes sobre cómo podrían hacer mejor las cosas.

Tortura china

Los chinos habían desarrollado un sistema muy exigente de exámenes que había que aprobar para trabajar en el servicio imperial. En vigor desde el siglo VII, consistía de una serie de pruebas desde el amanecer hasta el ocaso, para las cuales había que memorizar 400.000 caracteres de texto confuciano y dominar el extremadamente rígido "ensayo en ocho partes". ¿Cuántos aprobaban? Entre 1% y 2%.

Los británicos quedaron muy impresionados y algunos pensaron que los exámenes les permitirían manejar mejor el imperio. Charles Trevelyan, el secretario permanente del Tesoro entre 1840 y 1859, estaba horrorizado por los dirigentes de la administración pública. Una vez describió a un colega como un "caballero que realmente no sabe leer ni escribir, prácticamente un idiota".

Por naturaleza, Trevelyan era un rigorista total, intolerante de cualquier fruslería. Le gustaba corregir la puntuación de sus colegas y ahorrar dinero en velas y periódicos.

Meritocracia en acción

En 1853, tras años de fastidiar al gobierno con su proyecto, Trevelyan tuvo su oportunidad. William Gladstone, recién nombrado ministro de Hacienda, le pidió redactar una propuesta, conocida como el Informe Northcote-Trevelyan, de unas 20 páginas. En ella, Trevelyan se deleitó en desgarrar la mediocridad e ineficiencia de la administración pública.

Su propuesta hablaba de un sistema adecuado con un examen previo a la contratación: "dominio de la historia, jurisprudencia, economía política, lenguaje moderno, geografía política y física... además de los elementos básicos de los clásicos y las matemáticas".

"Fue un proceso bastante largo antes de ser realmente promulgado, pero esencialmente cambió de un sistema de patronato a uno de meritocracia de hombres jóvenes seleccionados para la administración pública en base a su brillantez académica en matemáticas o griego", afirma el profesor John Greenaway, de la Universidad de East Anglia, en conversación con la BBC.

Pero el tema era polémico. Trevelyan y Gladstone creían que el éxito académico garantizaba honestidad y diligencia, las cualidades de un buen estudiante.

La lectura del informe dejó boquiabiertos a los caballeros en los clubes de Piccadilly. La reina Victoria le escribió a Gladstone, preocupada de que permitiría ingresar a las personas equivocadas. El primer ministro, Lord John Russell, también se indignó. "En el futuro esa Junta Examinadora reemplazará a la reina", anotó.

¿Qué ocurrió? La decisión fue dejada para después. Y luego estalló la Guerra de Crimea. Pero en 1870, 17 años después de su redacción, sus recomendaciones finalmente empezaron a ponerse en práctica, sentando las bases de la administración pública moderna.

El nepotismo sigue vivo

Un siglo y medio después, los empleadores modernos creen que el comportamiento es tan importante como la capacidad intelectual. Vale notar que, a pesar de todo el esfuerzo dedicado al reclutamiento en estos últimos 150 años, el nepotismo no ha muerto.

Incluso Trevelyan dejaba de lado su apasionada fe en el mérito cuando se trataba de conseguir empleos a sus propios amigos y parientes. Escribió varias cartas a magnates en India para garantizarle trabajo a su hermano o algún primo lejano.

Es chocante. ¿O no? Volvamos al tiempo presente: ¿qué se necesita para esa codiciada pasantía en uno de los grandes bancos de inversiones? Un excelente currículo, un buen título académico y la capacidad de escribir una estupenda carta de presentación.

Pero si resulta que su padre juega al golf con el vicepresidente del banco, ¡el puesto es suyo!